Janelle Monáe. Álbum The archandroid (2010)
Robótica y barroca, Janelle Monáe llega dispuesta a
aglutinar en su primer largo –en 2007 lanzó el epé “Metropolis: Suite I. The
Chase”, con títulos tan de estar por casa como “Purgatorio cibertrónico”– todos
los ríos y afluentes de la música moderna. Del disco-funk de bola de espejos al
rock negro, de la balada de antro lynchiano al soul de nervio vintage y
del folk inglés al pop psicodélico, Monáe dispara en múltiples direcciones con
una puntería esperanzadora (cinco títulos podrían defenderse en las listas) y
una mirada contemporánea: más cercana al afrofuturismo de Erykah Badu (su
sombra es alargada) que al retroombliguismo de Lenny Kravitz (que también).
Ella es así, ampulosa y retorcida: ¿quién antes ha construido una canción con
ukelele, scratches y sección de cuerdas como hace en “Tighrope”?
Janelle ha trabajado duro para poder leer frases como “una
ambiciosa epopeya”, “una creadora sin límites” y “la más digna
sucesora de la saga de visionarios que arranca con Stevie Wonder, Prince y
OutKast”, aun a riesgo de encajar otras como “su incontinencia aporta
indigestos minutos de rock burdo, musical anodino e indigesta psicodelia ácida”.
“The Archandroid” es una
superproducción (dos suites, oberturas orquestales) que nadie osará soslayar en
las listas de fin de año. Pero técnicamente puede ser impugnado porque aunque
en su biografía diga que Janelle Monáe nació en Kansas en 1985, aquí se nos
presenta como un ser llegado del año 2719. No cuento más de la historia para no
ahuyentar al personal. Porque es tan fácil ridiculizar esta ópera magna como
quedar embobado ante ella. Fuente: Rockdelux
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